Por gruesas y resistentes que sean, tras una larga caminata, o después de un día transitando por un recorrido muy accidentado y poco habitual para el animal, las almohadillas plantares del perro pueden sufrir las consecuencias. El calor, el frío, el agua, la nieve o el hielo, el barro, la dureza de las rocas, los filos de las piedras, los cantos de los ríos, la gravilla o arena suelta, las plantas espinosas o la hierba seca, pueden dañar las almohadillas del perro provocando que se le abran grietas, en el mejor de los casos, o heridas sangrantes e incluso quemaduras muy dolorosas.